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Entendiendo el pecado

Actualizado: 4 may 2020



No sé cuáles sean tus antecedentes, no sé si creciste con una familia Cristiana, una Católica, o si solías ser atea. Lo que sí sé, es que todos hemos escuchado la palabra pecado. Tal vez en mayor o en menor grado, con una connotación buena o una mala, pero la hemos oído.


Yo (Sofía), toda mi vida estuve en escuelas católicas, por lo que escuché la palabra innumerables veces pero nunca tuve un entendimiento de lo que realmente significaba.


Lo que entendía era que era algo malo; y en eso estaba correcta, pero también creía que era algo totalmente normal o no tan grave, que habían niveles de pecado y que a mi parecer yo no era muy pecadora, yo era de las que sólo cometía “pecaditos”.


La verdad en esos momentos no pasaba mucho de mi tiempo pensando en el pecado pero recuerdo que cuando me iba a confesar con un padre en la escuela, me costaba muchísimo confesar pecados y no porque me diera pena ¡Sino porque ni siquiera sabía en que había pecado!


Sabía lo básico, había memorizado los 10 mandamientos pero sinceramente me sentía muy lejos de ellos, si yo mentía era por necesidad “y Dios iba a entender eso” sí yo codiciaba ni siquiera sentía una convicción de pecado, y cómo yo no había ni he matado a nadie, pues creía que estaba totalmente exenta de ser una “gran pecadora”.


No sé si a ustedes les pasaba pero yo me comparaba mucho con otras personas “que hacían cosas peores que yo” y eso inconscientemente me hacía sentir mucho mejor conmigo misma. Ese era mi estándar, compararme con alguna otra niña en la escuela que a mis ojos pudiera ser más pecadora que yo.


Estaba muy lejos de la verdadera definición de pecado, tenía ideas de lo que la gente decía que era, tanto mis maestras o monjas, que tenían una visión más estricta, cómo algunas compañeras que tenían una visión más “liberal” pensando que el pecado era algo retrógrado que la religión se había inventado.


Hoy, gracias a la misericordia de Dios, entiendo bíblicamente lo que significa este concepto. Sabemos que el pecado no es un tema popular, es un tema que incomoda, que la mayoría de la gente quiere ignorar, pero creemos firmemente que, cómo dijo John Wesley “Antes de que pueda predicar el amor, la misericordia y la gracia, tengo que predicar el pecado, la ley y el juicio final”. El entendimiento del pecado y la convicción de este mismo son piezas claves para entender a fondo el gran regalo de Dios, y por eso hoy queremos desglosarlo y compartirlo contigo.


Algo que debemos entender antes de comenzar, es el hecho de que Dios nos ha dado la libertad de elegir. Sí no lo hubiera hecho seríamos simples robots incapaces de escoger. Dios anhela que escojamos sus caminos, Él anhela que lo elijamos a Él y no nos ha creado como a unas simples máquinas sino que nos ha dado la libertad de elegir lo bueno o lo malo.


¿Qué es el pecado?


Podemos decir que el pecado es el rechazo de la voluntad de Dios, o la disposición mental que lleva al pecador a hacer la propia voluntad en vez de la de Dios, ¡Acuérdate de Adán y Eva! Ellos habían recibido una instrucción clara y concisa, un mandato de Dios. ¡Y el Señor no los tenía restringidos!, tenían todo el huerto para ellos; comida, animales, y comunión con Dios.

Pero Eva se dejó llevar por lo que ella veía y quería, ignorando lo que Dios ya había dicho.

Me llama mucho la atención lo que la serpiente le dice a Eva: No moriréis, sino que sabe Dios que el día que comáis de él serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, ¡Seréis como Dios! Eso le llamó la atención a Eva. Piénsalo, se que suena fuerte; pero es lo que nuestra carne quiere, creemos que sabemos más que Él, creemos que nuestra voluntad es mejor, que tenemos mejores ideas y que nuestro camino es mejor. A mi parecer no somos nada diferentes a Eva.


Ahora, ¿El mandato que Dios le había dado a Adán y a Eva era malo? Claro que no. Era bueno, ya que El Señor mismo es bueno, y no puede contradecir su naturaleza, El nunca nos manda nada que no sea para nuestro bien.


Sí has leído los salmos, vas a notar que los salmistas constantemente le piden a Dios que los purifique, ¿Por qué? porque como humanos descendientes de Adán, tenemos una naturaleza pecaminosa, la cual se hace notable aún desde que somos pequeños. Casi nadie le enseña a un niño a hacer lo malo, sino al contrario, pero la primera reacción es mentir, o quitar juguetes o querer el juguete del otro etc.


La biblia dice, que no hay ser humano que sea justo delante de Dios, y en 1 Juan 1:8 dice que sí decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Sería contradictorio decir que no tenemos pecado, porque eso automáticamente nos convertiría en mentirosas y a la vez en pecadoras.


¿Por qué nos aleja de Dios?


Sí ya entendimos un poco lo que es el pecado, entenderemos mejor por qué nos aleja de Dios. Pero sí conocemos quién es realmente el Dios del universo, podremos entender mucho mejor cómo es que el pecado nos separa de Él.

Tenemos un Dios santo santo santo, Él nos dice en su palabra “sed santos porque yo soy santo”, Él no se complace en la maldad, es perfecto, sin error, es el creador de todo, personifica la perfección moral y en Él no hay mancha alguna.


Dios no puede estar cerca del pecado, y por su simple naturaleza no puede tener comunión con el.

Podemos ver que el pecado siempre trae separación, ¿Qué fue lo primero que hicieron Adán y Eva al pecar?, esconderse, separarse de Dios. Cómo dice Pablo en su carta para los romanos, por cuanto todos pecamos, estamos destituidos de la gloria de Dios. Uno de los significados de palabra destituidos en este versículo es no alcanzar. No alcanzamos a Dios, no alcanzamos su gloria.

Sin embargo, algo que debemos entender es que el hecho de que Dios odie el pecado no quiere decir que le agrade que éste nos separe de Él.



¿Por qué deberíamos obedecer a Dios?


“La obediencia a Dios no es un medio para hacer que Él haga nuestra voluntad. No obedecemos a Dios para que Él nos haga la vida más fácil. Obedecemos a Dios porque Él es Dios, Él es soberano, y Él es digno de nuestra obediencia.”

Cuando leí esta frase cambió completamente mi perspectiva sobre la obediencia ¡Él es Dios! Él merece nuestra obediencia. No tendríamos porqué entender o cuestionar lo que Dios dice, sin embargo Dios en su bondad y misericordia nos da la certeza y confianza que lo que Él dice y hace es bueno, perfecto y tiene sentido.


No se si alguna vez pensaste como yo, que tus papás exageraban mucho con las reglas que te ponían cuando eras menor, o que no te dejaban hacer las cosas a tu manera y te decían que mientras estuvieras bajo su techo tú debías de obedecerles. En ese momento yo no los entendía, sin embargo, ahora lo hago perfectamente.

He entendido que no lo hacían para molestarme sino para protegerme, por amor.

Si nuestros padres saben más y mejor que nosotros, ¿Por qué a veces no creemos que el Dios todopoderoso sabe lo que es mejor para nuestras vidas?


La obediencia duele. Así como en su momento nos fuimos a dormir con trabajo porque lo que queríamos era quedarnos despiertas viendo la tele, ahora también nuestra naturaleza quiere ignorar los caminos de Dios. Creemos que nuestros planes son mejores, ya que se ven más fáciles, pero una vez que entendemos que lo que Él manda es lo bueno, lo puro, lo santo, lo correcto, será más fácil para nosotras entender que debemos obedecer incluso cuando nuestra carne no quiera. Nuestra oración es que como mujeres, mientras más aprendamos a ver lo profundo de nuestro pecado, más veamos la profundidad de la gracia de Dios.


Hoy entendimos que el pecado, es elegir nuestra voluntad en vez de la de Dios, no hacer caso a sus mandamientos, sino quebrantarlos. Entendimos que Dios es santo y no puede tener comunión con el pecado y por último, entendimos que Él es digno y merecedor de nuestra obediencia y que sus mandamientos son buenos.

El día de mañana continuaremos esta conversación respondiendo las siguientes preguntas:

¿Somos todos pecadores?, ¿Cuál es nuestro estándar?, ¿Convicción de pecado?, ¿Cuáles son las consecuencias del pecado y la paga de este?


Gracias por leernos hoy ¡Nos encanta tenerte aquí!


De mi alma a la tuya.


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