Recuerdo que recién me volví cristiana a los 17 no sabía nada de ningún tipo de pureza. Fue poco a poco y con muchos errores y experiencias de vida que El Señor me ha ido mostrando lo que significa esta palabra.
Poco a poco me ha ido enseñando cómo la pureza empieza siempre en el corazón.
Y les voy a confesar algo para ilustrar esto.
Desde chica, he sido sumamente desordenada (gracias a Dios ya no tanto) en algunos momentos de mi vida mi desorden llegó a límites que me daría vergüenza admitir. Mi mamá siempre batalló con esto, siempre buscando maneras para hacerme un poco más ordenada y nada funcionaba. Pero algo que nunca olvidaré son las palabras que un día me dijo:
“No puede ser que salgas toda arreglada, perfumada y perfecta, y que tu cuarto sea un asco, ojalá todos pudieran verlo, se sorprenderían mucho”.
Y eso la verdad se me hace la ilustración ideal de la pureza y la santidad, porque éstas siempre empiezan desde adentro.
¿Qué es la pureza?
La palabra pureza según el diccionario tiene los siguientes significados:
1. Calidad de puro
2. Estado de la persona que no ha tenido relaciones sexuales
3. Aquel o aquello que está libre o exento de toda mezcla de otra cosa, que no incluye ninguna condición, excepción o restricción ni plazo o qué esta exento de imperfecciones morales.
Como humanos, a veces sin darnos cuenta podemos poner un sin fin de reglas para mantenernos puros o limpios. Sin embargo, de nada serviría seguir un conjunto de reglas si solamente lo hacemos para cumplir o para auto justificarnos. Así como mi cuarto solo podía verlo mi mamá, así nuestro corazón solo lo puede ver Dios, hasta los rincones más profundos y asquerosos.
No tendría sentido que intentemos mostrarnos limpias, o qué intentemos limpiarnos con nuestras propias fuerzas. Podríamos engañar a la mayoría de los que nos rodean, pero a Dios jamás.
Por otro lado, que la pureza empiece en el corazón, no quiere decir que no se vea exteriormente, o no tenga que ver con nuestro comportamiento. La pureza comienza por dentro, sí, pero se refleja en cómo llevamos nuestra vida.
Pero...¿Por qué debemos ser puros?
Creo que para entender aún mejor lo que es, debemos de ver porque debemos serlo según la palabra de Dios. Él no solo nos ha dado varias de reglas para cumplir. Existen varios pasajes que nos ayudan a entender la importancia de la pureza y lo que Dios piensa de ella.
1. Somos templo del Espíritu Santo
¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? (1 corintios 6:19)
No sois vuestros. Somos templo del ser más grande y majestuoso, nuestro Padre nos envió al Espíritu Santo para guiarnos, enseñarnos y consolarnos. Cuán grande honor.
Nos encanta cuando nos reconocen por algo, nos hace sentir importantes. ¿Por qué no nos sentimos aún más importantes y más honradas al saber que somos templo del Espíritu Santo?
2. No somos dueñas de nuestro cuerpo
Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios. (1 corintios 6:20)
Sí hemos nacido de nuevo, si hemos aceptado el regalo de vida eterna, hemos sido compradas por un precio y ni nuestro cuerpo ni nuestro espíritu son nuestros.
El Señor pagó un gran precio por nosotras, lo pagó con la muerte de Jesús. Lo pagó cuando no lo merecíamos, y no solo eso sino, que nos adoptó, nos hizo suyas y nos dio vida, no despreciemos eso.
Aparte de ser nuestro creador, de ser el que nos diseñó y saber lo que es mejor para nosotras, ahora también es dueño de todo nuestro ser.
Cuando tu compras algo, automáticamente se vuelve tuyo, y tú puedes decidir sobre esa posesión, tú sabes cómo usarla y lo que es mejor para ella. Nosotras no somos posesiones para Dios, ahora somos sus hijas y Él sabe mucho mejor que nosotras lo que es bueno para nuestro cuerpo y espíritu.
Por eso te invito a que te preguntes:
¿Mi espíritu y mi cuerpo glorifican al Señor?
Y cuando quieras hacer algo o actuar de alguna manera, hazte alguna de estas preguntas: ¿Qué dice Dios acerca de esto? ¿Qué quiere Él? Sabiendo que lo que Él quiere, siempre es lo mejor.
3. Debemos ser ejemplo para otros
Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza. (1 Timoteo 4:12)
Ser jóvenes no quiere decir que seamos menos útiles. Muchas veces pensamos que debemos esperar a ser “mayores” para empezar a vivir para Dios y no hay nada más alejado de la verdad que este pensamiento. Vemos como Pablo le dice a Timoteo, que no menosprecie su juventud sino todo lo contrario. Tenemos que ser ejemplo en cada area de nuestra vida, y me encanta como Pablo menciona las siguientes áreas:
Lengua: ¿Cómo te estás expresando? ¿Que palabras salen de tu boca? ¿Son edificantes? ¿Son quejas? ¿Son críticas? ¿Hablas de las maravillas del Señor?
Conducta: ¿Cuál es tu comportamiento? ¿Qué acciones te definen? son acciones de amabilidad? ¿Son acciones de amor radical? ¿Son acciones de obediencia?
Amor: ¿Estás amando como Dios te ama a ti? ¿Amas al prójimo más que a ti misma? ¿Cómo está tu egoísmo?
Espíritu: ¿Cómo está realmente tu relación con Dios? ¿Le has entregado todo al Señor?
Fe: ¿Eres una mujer de poca fe? ¿En quién está puesta tu confianza?
Pureza: ¿Cómo están tus pensamientos? ¿Qué están viendo y anhelando tus ojos? ¿Estás huyendo de las pasiones juveniles?
En un mundo donde la cultura nos dice que la juventud es una etapa para hacer lo que querrámos, para probar todo lo que el mundo ofrece, para tener relaciones con quien queramos y hacer lo que nuestro corazón nos dicte sin tomar responsabilidades o compromisos, debemos ser diferentes, debemos ser un ejemplo de lo que Dios es, un Dios Santo.
4. Dios nos llama a ser santos.
Esta última razón es de mis favoritas. Habla de QUIÉN es nuestro Dios. Habla de su perfección.
Como humanos falibles, a veces nos cuesta imaginar la perfección de Dios. Nos cuesta entender que en Él no hay mancha alguna. En Él no hay error. Pero es la realidad.
Porque yo soy Jehová vuestro Dios; vosotros por tanto os santificaréis, y seréis santos, porque yo soy santo; así que no contaminéis vuestras personas con ningún animal que se arrastre sobre la tierra.
Porque yo soy Jehová, que os hago subir de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios: seréis, pues, santos, porque yo soy santo. (Levítico 11:44 -45)
Sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. (1 Pedro 1:15-16)
Te ánimo a que tu motivación hacía la pureza y santidad no sea querer aparentar, que no sea cumplir con una cantidad de reglas. Te animo a que sea una pureza que se siembre en el corazón y florezca en tu vida diaria.
Y no olvides, no estás sola, que hay alguien perfecto que murió para limpiarte de toda maldad.
La próxima semana hablaremos de la pureza sexual y de cómo podemos ser puras, no te lo pierdas.
- De mi alma a la tuya
Comments