No tengas una semana santa sino una vida santa.

Isaías 29:13 nos dice:

Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mi, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado.

Este versículo en su momento fue dirigido hacia el pueblo de Israel, y no porque no fueran fieles asistiendo a la iglesia. Los templos estaban llenos, pero podemos ver que lo que hacían era exterior, era meramente un ritual que repetían con su boca. Y tristemente muchos de nosotros nos podemos encontrar en la misma situación.

Sí no tenemos cuidado, nuestra adoración a Dios se puede convertir únicamente en un mandamiento aprendido de hombres y dejar de ser un corazón cercano a Dios. Nos podemos volver sumamente religiosos, podemos cumplir todos los ritos y tradiciones y podemos descuidar lo que verdaderamente importa.

La semana pasada recordamos, conmemoramos y celebramos la muerte y resurrección de Jesús. Aunque fue muy diferente por la cuarentena, pudimos ver mensajes sobre el tema, imágenes, reflexiones y todo tipo de material en las redes sociales.

Y aunque ya haya pasado, Dios nos mostró que no debería ser únicamente el tema de una semana, sino el tema de nuestra vida.

Si soy honesta contigo, puedo decir que antes semana santa para mi era solamente una semana más de vacaciones, una semana en la cual iría a la playa con toda mi familia, de vez en cuando haríamos oración y seguiríamos con nuestras vidas la siguiente semana.

¿Te suena familiar?

Aún siendo cristianas podemos vivir nuestras vidas sin enfocarnos en lo que realmente importa y si no somos cuidadosas en nuestra manera de vivir, poco a poco no podremos encontrar diferencia entre nuestra vida y una vida del mundo. Podríamos ir cada domingo a la iglesia, participar en algún ministerio, decir las palabras correctas frente a las personas correctas, incluso profesar nuestro amor por Dios frente a la gente, pero como vemos en Isaías, a Él no lo podemos engañar, Él puede ver sin ningún filtro lo que realmente hay en nuestro corazón.

Durante mi proceso de crecimiento espiritual, he aprendido que cada día cuenta.

Cuenta la manera en que me comporto, las palabras que salen de mi boca, las cosas que mis ojos ven, lo que mi mente piensa y la manera en que mi vida refleja a Dios día a día, no solo en ocaciones especiales.

Es difícil, porque nuestra carne no quiere hacer lo correcto o solo hacerlo cuando tenemos ganas o tenemos tiempo, pero te has puesto a pensar…

¿Qué pasaría si Dios actuara de la misma forma en que nosotras actuamos? ¿Si Dios nos diera la atención que nosotras le damos solo una semana al año? ¿o un día a la semana?

Nuestras vidas serían un desastre.

Dios no tiene cuidado de ti solo cuando tiene tiempo o se acuerda de ti, Dios tiene cuidado de ti en todo momento. Él está pendiente de tu corazón, de tus necesidades, de tus debilidades, te ama más de los que podrías llegar a imaginar.

Claro que no somos como Dios, tenemos limitaciones humanas, pero hay una gran diferencia en un corazón dispuesto y un corazón indiferente.

Tenemos que entender el verdadero significado de los sucesos que tomaron lugar hace más de 2,000 años. Y por eso, te invitamos a reflexionar con nosotros y ser sincera.

Pídele a Dios que te muestre realmente lo que hay en tu interior.

Sí la muerte y resurrección de Cristo son las bases de tu fe, y de tu esperanza,

¿Crees que sea algo que debas recordar solamente un fin de semana al año?

Pero creo que la verdadera pregunta es… ¿Estos eventos son realmente la base de tu esperanza y de tu vida?

Vamos poco a poco.

Cristo entregó su vida por toda la humanidad.

¿Tu darías tu vida por alguien que amas? Yo me hago esta pregunta y rápidamente pienso en mi mamá o en mi papá, por lo que respondería que sí, sin pensarlo. Pero ¿qué pasaría si tuvieras que dar tu vida por alguien que no conoces? O aun peor ¿por alguien que ha asesinado a alguien que amas? ¿Seguirías dispuesta a dar tu vida? Porque yo no.

Pero hubo alguien que no estimó el ser igual a Dios como cosa a la que aferrarse sino que fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz (Filipenses 2:6-8) dio el ¡SÍ! por tu vida y por la mía, regalándonos así vida eterna, perdonándonos de todos nuestros pecados.

Sufrió y Murió en la cruz.

El sufrimiento que Jesús vivió antes y durante la crucificción refleja el ENORME amor que Dios nos tiene, que mandó a su único Hijo para que lo pasará en vez de nosotras.

La muerte de Cristo significa que alguien pagó tu deuda. Y no solo alguien sino Dios en carne. La paga de tu pecado era muerte y el sacrificio perfecto te hizo LIBRE.

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”

(Gálatas 2:20)

Resucitó, dejó la tumba vacía.

La resurrección de Cristo nos da la seguridad de que no solo fue un hombre quien murió por nosotras, sino que también era Dios. Te dio la esperanza de que la muerte está vencida y no tiene más poder, la muerte no es el fin, ahora tu tienes la seguridad de que tienes un lugar en el cielo junto con Dios por toda la eternidad. No más muerte y no más dolor.

Esos sucesos nos demostraron que somos AMADAS, que somos LIBRES y que nuestro fin no es la muerte sino la VIDA ETERNA con el rey de reyes.

¿Vives el día a día como sí eso fuera verdad?

Sí realmente entendemos la magnitud de lo que Dios hizo por nosotros, no le honremos de labios nada más, no le honremos exteriormente, no solo cumplamos los rituales o tradiciones de hombres, honrémosle con nuestra vida, entreguémosle el corazón.

Si tu crees que en tu sala hay un sillón, te sentarás en el. Eso es creer, poner en acción nuestra fe. Vivamos a la luz de la muerte y resurrección de Cristo todos los días de nuestra vida.

Vivamos una VIDA SANTA, no una semana santa.