Durante esta cuarentena nos hemos visto forzadas a estar encerradas. La mayoría no hemos ido al trabajo, algunas pudimos traerlo a casa. Algunas viven solas y otras vivimos con nuestros seres más cercanos.
Nuestras actividades cotidianas se detuvieron. Nuestros planes se pospusieron o quedaron en pausa. Dejamos de estar rodeadas de gente constantemente. Y no sé ustedes, pero en mi caso, mi verdadero yo ha surgido. El yo que no maquillo, el yo al que no le pongo ni le quito cualidades o palabras dependiendo con quien estoy, mi yo en su estado más puro. No hablo físicamente, (aunque eso también) hablo espiritualmente, de mi corazón y de quien soy.
En este encierro el Señor me ha mostrado los distintos disfraces que me pongo.
El disfraz de cristiana feliz o conocedora de la palabra que a veces uso en la iglesia, el de esposa perfecta que de repente me gusta ponerme fuera de la casa, el de buena persona que utilizo para sentirme mejor conmigo misma.
Mi estado me recuerda a cuando Jesús les dijo “sepulcros blanqueados” a los fariseos. Por fuera muy hermosos y por dentro llenos de huesos muertos. En este tiempo Dios está abriendo ese sepulcro en mi corazón, y mostrándome todo lo que hay dentro. Me está diciendo que a Él no lo puedo engañar blanqueando mi apariencia, Él sabe realmente lo que hay.
Leyendo los evangelios podemos ver como Jesús en varias ocasiones sabe lo que sus discípulos o los fariseos están pensando o susurrando, aunque no lo haya escuchado de forma audible. Y así es con nosotros. Jesús sabe lo que hay dentro de nosotras, aunque nos gusta fingir que podemos esconderlo de Él.
Puedo engañar por un tiempo a los de afuera, y hasta a mí misma. Pero a Él jamás. El problema es que, con lo ajetreado de la vida, entre el trabajo, la familia, los ministerios, la escuela, vamos metiendo cosas debajo de la alfombra, metemos la suciedad como para que nadie la vea, y cometemos el grave error de pensar que Dios tampoco la verá.
Afortunadamente, aunque duela, tenemos un Dios omnipresente que todo lo ve y todo lo sabe, hasta lo más íntimo de nuestro ser, y también tenemos al Espíritu Santo dentro de nosotros que nos va a mostrar lo que estamos haciendo mal. Y realmente duele, y es difícil de aceptar porque esto significa que hay cosas que tenemos que cambiar de adentro hacia afuera, no solo maquillar.
A veces no nos damos cuenta de que estamos viviendo únicamente para agradar a la gente. Estamos actuando correctamente en público. Incluso podemos estar sumamente involucradas en la iglesia, pero cuando ninguna persona nos ve hay que preguntarnos, ¿Quienes somos realmente?
Dios me está haciendo esa pregunta a mí en esta cuarentena.
En lo oscuro, en lo secreto, ¿quién eres? No lo que quieres que la gente piense de ti, no lo que quieres mostrar en redes sociales. No lo que quieres que tu iglesia, amigos o familia piense.
El Señor me está confrontando con una serie de preguntas, y quiero compartirlas contigo. Pídele a Dios que te examine, aunque sea duro de enfrentar. Recuerda que Él ya lo sabe, no va a ser una sorpresa, somos nosotras las que tenemos que abrir los ojos a la verdad de que a Él no lo podemos engañar.
¿Eres la misma en tu casa, en la escuela y en la iglesia?
¿Cuantos disfraces tienes?
Las palabras que dices ¿Realmente las crees?
Cuando dices “voy a orar por ti” ¿Realmente lo haces?
¿Tú relación con Dios es una relación real?
¿Estás haciendo algo a escondidas que dentro de ti sabes que no es correcto?
¿Qué estás haciendo con tú tiempo cuando el mundo exterior no te ve?
¿Qué hay detrás de tus redes sociales?
En mi casa solo somos mi esposo y yo. Y gracias a Dios tengo la bendición de poder estar trabajando aquí. Por lo que Dios me ha estado probando mucho más en ese aspecto.
¿Qué esposa soy cuando nadie me ve?
¿Qué clase de trabajadora soy cuando mi jefe no me ve?
Y la más importante que creo que aplica a todas nosotras:
¿Cómo está mi testimonio delante de Dios, sabiendo que solo Él me ve en todo momento?
Como cristianos nos hemos vuelto expertos en limpiarnos rápidamente para que en el exterior si alguien no se fija con detenimiento nos vean impecables. Pero, ¿Qué hay de los rincones más profundos de nuestro corazón? Y si alguien nos revisará a fondo ¿Qué encontraría?
La verdadera santidad va más allá de nuestro comportamiento visible y de la parte de nuestras vidas que es conocida por los demás, e incluye aquellas partes más íntimas de nuestros corazones que solo Dios puede ver. -Nancy DeMoss-
No olvides que tu audiencia más importante es de una persona. Solo Dios.
No pongas primero el agradar a nadie más que a Él, porque cuando quieres agradar a todos antes que a Dios tu corazón va a acabar podrido y lleno de huesos muertos, en cambio cuando buscas agradar a Dios y estas conectada con Él tu cambio será evidente de adentro hacia afuera, porque proviene de sus fuerzas y no de las tuyas.
De hecho Jesús lo dijo mucho mejor que yo en Mateo 23:26 "!!Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio."
Te exhorto, así como Dios me ha exhortado a mí, a que ahora en el encierro abras por completo el corazón, veas lo que hay dentro y aunque duela, le pidas a Dios que lo haga hermoso, que saque los huesos muertos y se deshaga de todo el maquillaje y disfraces que te gusta utilizar y lo convierta en un corazón agradable a Él.
-De mi alma a la tuya.
100% edificativo! Más Temor a Dios y menos temor a los hombres.
Excelente!! 🙋