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Recordar

Actualizado: 16 abr 2020


Cuando recién me volví cristiana, yo leía como Dios hacía un milagro frente al pueblo de Israel y al poco tiempo ellos se olvidaban y empezaban a adorar ídolos o a desobedecer a Dios y no podía entender cómo podían hacerlo.


Dije, “¿Cómo pueden ser tan malagradecidos?"


Dios literalmente acababa de hacer un milagro increíble al abrir el Mar Rojo para que ellos huyeran de faraón, cuando poco después ya estaban diciendo que morirían de hambre en el desierto y que al menos en Egipto si tenían comida.

A pesar de su incredulidad, Dios les proveyó haciendo llover pan del cielo diariamente.

Les dio instrucciones exactas.

Debían recoger su porción diaria y no dejar nada para el día siguiente, sin embargo algunos no obedecieron y el pan se pudrió. Unicamente el sexto día podían recoger doble ración y guardarlo para el día siguiente que era día de reposo, y en ese caso el pan no se pudriría ni se llenaría de gusanos.


Dios está en control. Dios nos da instrucciones exactas por que Él sabe lo que es mejor para nosotros.


Algunos desobedecieron y salieron a recoger pan el séptimo día, y claro que no hallaron nada.

¿Por qué? ¿Dios quería que murieran de hambre? No.


Vemos cómo Dios les da instrucciones para que nunca les falte nada, y ellos una y otra vez quieren hacer como les plazca. ¿Va sonando familiar?


Por si fuera poco, no fue suficiente que Jehová los hubiera librado de esclavitud y alimentado haciendo caer pan del cielo. Poco después se quejaban por qué tenían sed.


Leyendo la historia veo mucha queja y poco agradecimiento.

PERO, El Señor en su misericordia, seguía proveyéndoles. De nuevo les da instrucciones exactas para que hallaran agua y no tuvieran más sed.

Cuando leí Éxodo por primera vez, confieso que me enojé con los israelitas, pero cuando fui avanzando en mi relación con El Señor, Él me fue mostrando cuánto me parezco a ellos.


Cristo rompió las cadenas de mi esclavitud, me hizo libre al igual que a los israelitas. Pagó el precio que yo debí pagar. Me sustenta, me alimenta física y espiritualmente. Me hizo una nueva criatura y sin embargo hay momentos en que yo me olvido de todo eso y solo empiezo a quejarme de lo que no tengo.

Tal vez no me quejo públicamente, pero mi corazón no está lleno de gratitud sino de inconformidad.


En mis adentros solo pienso en todo lo que me hace falta, llego a pensar en todo lo malo de mi vida, todo lo que Dios no me ha concedido. Soy idéntica al pueblo de Israel. Me olvido de los milagros que El Señor YA HIZO en mi vida.


Cuando me da libertad que nadie me habría podido dar, le pido comida, cuando me sacía de una manera que nadie me hubiera podido saciar, le digo que tengo sed y cuando provee el agua con la que no tendré más sed me olvido de Él y busco algo más para adorar.


¿Por qué pasa esto?

Porque nos olvidamos de las misericordias de Dios.

Es fácil desobedecer al Señor cuando nos olvidamos de lo que ha hecho por nosotros.

Es fácil caer en idolatría cuando nos olvidamos de QUIEN es nuestro Dios.


En Éxodo capítulo 18, me gusta ver la actitud de Moisés y de su Suegro Jetro. Dice que entraron a la tienda de Moisés y él le contó todas las cosas que Jehová había hecho a Faraón y a los egipcios por amor a Israel, todo el trabajo que habían hecho y como Jehové los había librado.

Jetro se alegró, bendijo a Jehová y dijo “Ahora conozco que Jehová es más grande que todos los dioses”


¿Cómo podemos aplicar esto a nuestra vida?


1. Poniendo la mira en las cosas de ARRIBA no en las de la tierra.

2. Recordando que el Señor nos salvó y nos hizo libres.

3. Recordando todas sus bondades, todo lo que nos da, sus misericordias de cada mañana.

4. ¡Hablando de lo que ha hecho en nuestras vidas!


Les soy sincera, Dios ha trabajado mucho con mi actitud de agradecimiento estos ocho meses.

Seré completamente honesta. Al pasar varios meses de recién casada, mi corazón estaba lleno de queja e inconformidad. No por que no tuviera lo que necesitaba, sino porque se me había olvidado lo bueno que había sido Dios conmigo.


“No tenemos agua caliente”

“Los platos sucios se reproducen como los panes”

“La casa se ensucia muchísimo”

“La casa tiene muchos defectos”


Y más...


Esas eran mis quejas diarias, mi corazón estaba lleno de ellas.

Hasta que un día… Dios me quebrantó.


Me mostró que me había olvidado de todas sus buenas dádivas.


Me lo imaginé diciéndome:


“Hija, ¿realmente te falta algo?

Tienes agua para bañarte, no importa su temperatura.

Tus platos están sucios porque nunca te falta de comer, cuando tienes hambre, inmediatamente puedes saciarla.

¿Tu casa se ensucia? Es por que tienes un techo sobre tí.

Tienes un hogar, tienes una familia.

Y lo más importante de todo, tienes salvación, tienes esperanza, tienes vida eterna y esta vida es temporal.”


Me dí cuenta que de nada me serviría tener todas las cosas que anhelaba, sí no tenía un corazón agradecido y si mi enfoque no estaba en mi salvador.

Él nunca me descuidó, sino todo lo contrario.


Momentáneamente me olvidé de todos los milagros que Él hizo en mi vida, aun sin merecerlos.


Por eso, la palabra RECORDAR ha estado mucho en mi mente.


Me rehuso a olvidar las bendiciones del Señor.


El Señor no me dio agua caliente en ese momento, ni una casa limpia o muebles nuevos, pero sí me enseñó a tener un corazón agradecido. Y me hizo ver que nunca va a importar lo que no tengo, sino lo que tengo en Él y que nunca podré perder.


Me puse un reto a mi misma y se los extiendo a ustedes:

Cada vez que venga una queja a tu mente, de cualquier tipo, hay que reemplazarla por una bendición del Señor. Sea pequeña o grande, agradecer por algo.

Recuerda todo lo que El Señor ha hecho.


Te garantizo que SIEMPRE va a haber algo por lo cual dar gracias. Y si literalmente piensas que todo en tu vida está mal, Cristo nos garantiza que siempre va a haber algo que sí está bien, y es el amor de Dios.


Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,  ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.

Romanos 8:38-39


Teniendo su amor, realmente... ¿qué nos puede faltar?



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